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domingo, 15 de junio de 2025

El chico de la última fila


Claudio es un estudiante de diecisiete años que se sienta en la última fila. No habla, no participa, no es problemático, no destaca ni por arriba ni por abajo, salvo en matemáticas. Cada clase se le hace más insoportable hasta que Germán, el profesor de Lengua y Literatura, manda escribir una redacción sobre el último fin de semana. A partir de este momento, Claudio empieza a transformarse en alguien que observa, imagina y escribe la vida de otros en un relato por entregas para un solo lector. Ese relato compartido por el discípulo y el maestro se convierte, poco a poco, en un juego cada vez más peligroso para ellos y para quienes los rodean. Un juego que se disputa en dos tableros: el de la vida y el de la literatura.

"Me he leído El chico de la última fila en un solo día. Es de esas obras teatro que te atrapan rápido, no por su sencillez —porque no lo es—, sino por esa mezcla de curiosidad y desconcierto que provoca. Me ha gustado, sí, pero también me ha resultado confusa. Hay algo en su estructura, en la forma en que se entrecruzan realidad y ficción, que me ha descolocado varias veces y aun así, no podía dejar de leer.
La historia gira en torno a un profesor de literatura que descubre el potencial narrativo de uno de sus alumnos, un chico callado, casi invisible, que se sienta en la última fila. Ese chico empieza a entregarle redacciones cada vez más íntimas, casi invasivas, sobre la familia de un compañero. Y lo que al principio parece solo una práctica escolar, se va convirtiendo en algo mucho más inquietante: una especie de juego peligroso entre el deseo de contar, el poder de la mirada, los límites de la ficción y la moral.
Mayorga tiene ese estilo que siempre va un paso más allá. Te hace pensar mientras te hace dudar. ¿Quién está observando a quién? ¿Quién escribe la historia y con qué derecho? ¿Hasta dónde se puede llegar cuando uno escribe?
Aunque la lectura ha sido rápida, me habría gustado que el texto fuera un poco más claro. A veces sentía que me perdía entre los diálogos y las capas de interpretación, pero quizá esa es también su fuerza: ese juego en el que uno ya no sabe si lo que está leyendo es parte de la historia o una reflexión sobre la propia escritura.
Por cierto, esta obra fue adaptada al cine por François Ozon con el título Dans la maison y ganó la Concha de Oro a la mejor película y el Premio del Jurado al mejor guion en el Festival de San Sebastián de 2012.
Resumiendo diría que es una obra de teatro con una lectura breve pero intensa, que te deja con preguntas, que te obliga a mirar desde otro sitio y aunque me ha costado en algunos momentos seguirle el ritmo, me alegra haberla leído".

2006




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