Theodor Kallifatides nació el 12 de marzo de 1938 en Molaoi, una pequeña localidad del Peloponeso y a los ocho años se mudó con su familia a Atenas. Allí creció entre libros, teatro y las cicatrices que dejó la Segunda Guerra Mundial en su país.
En 1964, con 26 años, emigró a Suecia en busca de nuevas oportunidades. Aprendió el idioma, estudió Filosofía en la Universidad de Estocolmo y comenzó a enseñar allí. Pero su vocación verdadera era la escritura y en 1969 publicó su primer libro de poesía. Desde entonces, ha escrito más de cuarenta obras —novelas, ensayos, poesía, teatro— que han sido traducidas a más de veinte idiomas.
Kallifatides escribe con una voz serena y profunda, como quien ha vivido mucho y ha aprendido a mirar el mundo con compasión. Sus libros hablan de la emigración, la identidad, la memoria y el amor, pero también de la vejez, la lengua y el sentido de pertenencia.
A pesar de vivir en Suecia desde hace décadas, nunca ha dejado de sentirse griego. Como él mismo dice, “el griego es la lengua del latido de mi corazón” y esa dualidad entre dos culturas, dos lenguas y dos formas de ver el mundo es una constante en su obra.
Kallifatides también participa en conferencias y encuentros donde defiende valores como el respeto, la empatía y la democracia, especialmente en tiempos de incertidumbre.
Kallifatides es una voz necesaria en un mundo que a veces parece haber olvidado la importancia de la calma, la reflexión y la humanidad.
Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes
Madres e hijos (2007)
A los sesenta y ocho años, Theodor Kallifatides, exiliado en Suecia desde hace más de cuatro décadas, visita a su madre de noventa y dos, que sigue residiendo en Atenas. Ambos saben que puede ser uno de sus últimos encuentros. Durante la semana que pasan juntos, recuerdan lo que ha sido lo más importante en sus vidas con una presencia decisiva del padre, de quien Theodor está leyendo el recuento escrito que este le ha dejado de lo que ha sido su difícil existencia, desde sus orígenes como exiliado griego en Turquía, pasando por sus meses en una prisión de los nazis y su pasión por el oficio de maestro. Se desvelan así los orígenes de una familia que atraviesa el siglo xx. Pero el libro es sobre todo un maravilloso homenaje al amor de una madre, a la que Kallifatides sabe encarnar en estas páginas de forma inolvidable, a la vez que logra transmitir una verdad universal sobre la importancia de esa figura en nuestras vidas.
"Madres e hijos es un relato breve, sencillo en apariencia, pero cargado de emociones profundas: ternura, amor, admiración… y también algo de culpa. La culpa del hijo que vive lejos, que ha hecho su vida en otro país, mientras su madre envejece sola pero comprensiva, aceptando sin reproches esa distancia.
Kallifatides escribe desde un lugar íntimo, casi como si sus palabras fueran susurros al oído de la madre. Nos habla de unos días compartidos, de paseos tranquilos, de conversaciones que surgen al leer las memorias de su padre. Hay mucho amor en cada página, quizás incluso tanto que el tono se vuelve por momentos excesivo, perdiendo un poco los matices.
Lo más interesante, para mí, ha sido el análisis cultural que atraviesa todo el libro: la diferencia entre países, lo que significa ser inmigrante, el modo en que se vive la maternidad en distintas partes del mundo y sobre todo, el rol casi sagrado que tienen las madres en la identidad de cada persona.
Reconozco que hacia el final se me hizo algo repetitivo, demasiado contemplativo, pero también entiendo que eso forma parte del estilo: una especie de homenaje lento, casi ceremonial, a la figura materna y al espíritu griego que lo impregna todo.
Un canto al amor incondicional, a las raíces, a ese vínculo que a veces duele, pero que nunca desaparece".
Campesinos y señores
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